domingo, 20 de septiembre de 2009

Una avalancha de prostitutas y 'chulos' toma carreteras, calles y pisos en Cartagena y Murcia

Los vecinos de ciudades y pedanías protestan por la falta de civismo y el clima de inseguridad
20.09.09 -
J. A. GONZÁLEZ / A. NEGRE CARTAGENA / MURCIA/ la Verdad
Quizá la crisis económica, quizás el relajamiento en la presión policial, quizás el regreso de miles de potenciales clientes a las ciudades después de las vacaciones de verano, quizá... las causas pueden ser múltiples, pero la consecuencia es inequívoca: una avalancha de prostitutas y proxenetas invade de nuevo carreteras, calles y pisos de varias zonas de Cartagena y Murcia, para escándalo, enfado y preocupación de miles de vecinos y turistas.
La falta de civismo y la sensación de inseguridad han desatado nuevas protestas en los principales municipios de la Región. Ante la falta de regulación legal de la prostitución, tanto la Policía Nacional como los ayuntamientos se dicen impotentes para erradicar el problema. Lo mitigan con la presencia disuasoria de los agentes locales o redadas de los efectivos nacionales contra las prostitutas por vulnerar la Ley de Extranjería si no tienen su documentación en regla.
Conductas como practicar sexo en aceras y portales de edificios o dejar en el suelo preservativos tienen asqueados a los ciudadanos que viven, trabajan o transitan de forma habitual por calles muy céntricas como las de Las Beatas, San Vicente, San Fernando o Cuatro Santos de Cartagena.
Más pisos-prostíbulos
En Murcia, los residentes de la urbanización Montepinar, entre El Esparragal y Cabezo de Torres, padecen otra oleada de meretrices apostadas junto a la carretera que une las carreteras N-342 con la autovía de Alicante.
En pleno casco histórico, sobre todo los fines de semana, decenas de mujeres ofrecen sus cuerpos a clientes llegados de pueblos de toda la comarca. La mayoría de las meretrices tiene origen sudamericano, y los vecinos alertan de que cada vez llegan chicas más jóvenes, de en torno a dieciocho años de edad.
Los clientes, entre los que abundan los magrebíes, suelen pagar por servicios sexuales completos en torno a veinte euros, menos que en los habituales prostíbulos de carretera.
La proliferación de prostitutas va ligada también, en las últimas semanas, al uso de nuevos pisos como casas de citas. Los vecinos tienen que soportar un trasiego constante de clientes y las amenazas de los hombres que protegen a las meretrices para que no denuncien a la Policía las molestias por ruidos a todas horas del día.

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